La eficacia de todo trabajador se ve amenazada cada día por distracciones, interrupciones, costumbres… que pueden mermar la productividad. Esto ocurre tanto en el trabajo presencial como en el remoto, pero es posible que se acreciente en el segundo caso. Sin embargo, cuando sabemos detectar a los enemigos del rendimiento laboral y combatirlos de forma eficaz, no existen diferencias entre un modelo y otro de trabajo.
Cabe suponer que alguien que no pierde el tiempo en desplazarse cada día desde su hogar hasta la sede de su empresa, y viceversa, puede ganar alrededor de dos horas diarias para sí mismo, para su familia o para trabajar más y mejor. Pero no siempre es así, y lo saben muy bien las personas procrastinadoras, desorganizadas, dispersas… El día no les cunde como esperaban, porque, como decía Thoreau, "no es suficiente estar ocupado. También lo están las hormigas. La cuestión es en qué estamos ocupados".
Así pues, para que los trabajadores en remoto no vean su productividad afectada, es importante tener en cuenta algunas buenas prácticas.
Hacer autocrítica. Puede que en el hogar se produzcan más llamadas inoportunas, distractores (la tele), quehaceres domésticos (la lavadora, el horno), tentaciones de todo tipo (ahora que nadie nos ve), pero impedirlo está en nuestra mano. Teletrabajar no es estar de vacaciones, ni levantarse más tarde. Es imponerse un horario estricto.
Poner y ponerse límites. Una vez identificados los ladrones del tiempo, hay que comunicar nuestras rutinas a la familia y los amigos, para que no nos llamen durante el horario laboral; no visitar la nevera cada poco, tener cerrado el correo, silenciar el WhatsApp, entrar en internet solo por trabajo y no mirar, ni de reojo, las redes sociales.