El miedo se contagia tanto como los virus. Llevamos semanas deseando volver a nuestra vida de antes, pero llegado el momento, mucha gente siente un profundo temor ante la llamada "nueva normalidad".
Es lógico estar asustados: el virus sigue ahí y no es para tomárselo a broma. Puede afectar a cualquiera, y a cada uno con imprevisibles consecuencias. De momento, ha dejado cientos de miles de muertos en todo el mundo y la vacuna aún se percibe lejana. Sin embargo, su presencia no puede paralizarnos por más tiempo. En mi opinión, es obligación de todos y cada uno de nosotros el intentar curar también la profunda herida económica que nos ha causado. Hay que actuar sin temor, pero con responsabilidad.
Sentir miedo es una defensa lógica de nuestro cerebro ante el peligro, pero no podemos dejar que esa emoción se convierta en una reacción paralizante. No se trata de negar la realidad, sino de afrontarla sin correr riesgos. Hacer como si nada hubiera pasado ni pudiera volver a pasar es altamente peligroso para uno mismo y para los demás.
Las empresas tienen un papel protagonista en el liderazgo hacia la recuperación. Su labor debe ser garantizar, junto con la producción, la salud de sus empleados y de la sociedad a la sirven. Para ello es importante…
Anticiparse a las demandas. Hay que mantener una línea fluida, abierta y constante de comunicación con los trabajadores para conocer cuáles son sus inquietudes, en qué estado emocional se encuentran, qué les preocupa de cara a la vuelta, y tomar buena nota para adoptar las medidas de seguridad adecuadas.