La tecnología es crucial para la competitividad de las empresas. Sin embargo, no basta con invertir en innovación informática; también hay que cuidar a las personas, proteger su bienestar emocional y evitar el tecnoestrés.
Emociones como el miedo, la tensión, la angustia, la frustración… cuando se utiliza la informática, pueden provocar serios problemas en las personas. El estrés supone en torno al 30% de las bajas laborales en los países desarrollados. Y, aunque no se sabe exactamente qué porcentaje se debe a la presión tecnológica, cabe suponer que sí es muy elevado.
Las personas no se adaptan por igual a las nuevas tecnologías. Hay quien sufre resistencia al cambio y quien padece cierta incompetencia digital por falta de formación, malas experiencias previas o, también, no vamos a negarlo, porque los informáticos a veces ignoran que deben pensar tanto en ingenieros como en analfabetos digitales.
Los efectos del tecnoestrés en los empleados son físicos, tales como insomnio, fatiga, neuralgias, contracturas…, y también psicológicos: irritabilidad, sensación de inutilidad, ansiedad, falta de compromiso con la empresa, depresión… El tecnoestrés causa infelicidad en los trabajadores y, como consecuencia, merma su productividad. Por eso es clave prevenirlo con algunas pautas:
Cambio sostenido. La innovación tecnológica debe ser constante y, por tanto, gradual. Hay que incorporar una cultura de cambio que posibilite su interiorización. La tecnología está para ayudarnos, facilitar nuestro trabajo, propiciar la autorrealización y crear entornos colaborativos.