Todos nos preguntamos cuántos muertos son necesarios para que cese la represión contra la población en Nicaragua. En una muestra despiadada de apego al poder, Daniel Ortega y Rosario Murillo permanecen inmutables frente al reclamo de sus compatriotas en las calles: "¡que se vayan ya!".
No hay liderazgo ni acción positiva si un gobernante recurre a las matanzas para intentar sostenerse en el cargo. Bajo el cruel nombre de "Operación Limpieza", Ortega apunta en la dirección contraria al sentido común y pretende gestionar la insatisfacción a sangre y fuego.
El atleta alemán Klaus Balkenhol afirmaba: "Hay una diferencia entre ser un líder y ser un jefe. Los dos se basan en la autoridad. Un jefe demanda obediencia ciega; un líder se gana su autoridad a través de conocimiento y confianza".
En casos como el de Nicaragua, ego y borrachera de poder generan una realidad paralela, que termina nublando cualquier análisis realista. Ortega y Murillo no se han dado cuenta de su estruendosa derrota y aspiran a retener el cargo, aunque sea bañados en sangre. En el pasado, otros "líderes" sufrieron la misma "enfermedad" —Gadafi, Hussein, el matrimonio Ceaucescu— y terminaron arrasados por la historia, no sin antes causar un gran dolor a sus gobernados.
#SOSNicaragua🇳🇮 "Nicaragua: crisis de liderazgo y empatía" Un analisis sobre la situación que viven nuestros hermanos nicaragüenses actualmente
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