Un punto importante que debe mencionarse primero es que los abogados son profesionales, no empresarios. Los profesionales han jurado servir al público y no deben estar orientados hacia ganar dinero para ellos mismos. Los empresarios, por lo general, son bastante “transparentes” en su deseo de ganar dinero y no necesariamente están orientados hacia el servicio al público. Además, los abogados están regulados por un organismo profesional.
Frecuentemente escuchamos la idea errónea de que los abogados de inmigración simplemente llenan formularios. En realidad, la ley de inmigración es extraordinariamente compleja, comparable a la ley tributaria. Además, la ley y la política de inmigración cambian con mucha rapidez.
Lo que puede parecer una situación bastante simple puede ser, de hecho, muy matizada. Un abogado de inmigración con experiencia puede hacer las preguntas correctas y ofrecer información sobre todos los aspectos de la situación del cliente, proporcionando luego asesoramiento sobre todas las opciones disponibles.
Muchas personas creen que pueden ahorrar dinero presentando su solicitud por sí mismas, solo para descubrir más tarde que la enviaron al lugar equivocado o con información incompleta. Esto puede causar demoras, lo que le cuesta tiempo y, a veces, dinero a los solicitantes (por ejemplo, en salarios canadienses perdidos). Un buen abogado de inmigración puede asegurarse de que un caso se presente de manera completa, en el lugar correcto, y puede a veces ayudar a acelerar el proceso evitando que se devuelvan las solicitudes y asegurando que toda la documentación requerida se presente en el formato adecuado.
Frecuentemente les digo a mis clientes que el Departamento de Inmigración no es su amigo. Muchos clientes asumen que el Departamento de Inmigración está ahí para ayudarlos y que cualquier deficiencia en su solicitud puede corregirse con relativa facilidad. Lamentablemente, esto no es cierto.
Muchos oficiales se ven a sí mismos como “guardianes” y están demasiado dispuestos a rechazar un caso por errores relativamente menores. Esto puede tener consecuencias muy graves. Además, los consejos dados por los funcionarios del Departamento de Inmigración (por ejemplo, los agentes del centro de llamadas) pueden ser engañosos o inexactos.
Muchos de estos agentes solo tienen educación secundaria y ciertamente no un título en derecho, sin embargo, se espera que respondan preguntas sobre todos los aspectos de la ley de inmigración, ciudadanía y refugio. No se puede esperar que estos agentes conozcan cada matiz de esta compleja área de la ley ni que ofrezcan el mejor asesoramiento estratégico.