Como miembro de una minoría étnica en Toronto, me siento muy orgulloso de ser parte de la comunidad latina, de hablar español y de poder bailar sin sentirme como un tronco con patas. Pero también, me siento muy agradecido de haber crecido en Latinoamérica y así tener una vida llena de contrastes y perspectivas diversas.
El mudarme a Canadá me ha hecho valorar las realidades más básicas que tenía en América Latina, las cuales tomaba por sentado cuando vivía allá pero que hoy me hacen mucha falta, como por ejemplo: hablar el idioma y dialecto predominante, verme similar que la mayoría de las personas, y tener una red familiar más complicada que la ecuación matemática más brava que he visto. Hasta el día de hoy, siguen saliendo primos que no sabía que tenía pero quienes resulta que hoy necesitan que les lleve un "encarguito" - TIPICO. Son maravillosas realidades con las que crecí y que nunca paré a pensar dos veces como sería mi vida sin ellas.
Hoy, la historia es diferente y constantemente pienso en que mis futuros hijos no van a crecer con esas mismas realidades aquí. Se verán diferente que el resto de sus amigos, no compartirán la misma cultura y, muy probablemente, no tendrán ese primo mayor en el colegio quien los defienda cuando se metan en peleas. A pesar de nacer aquí, serán foráneos en su propia tierra y tendrán que aprender a forjar su propia identidad sin perder su cultura y sus tradiciones ancestrales. Tendrán que pasar muchas generaciones sedentarias para que mis descendientes vivan algo similar a lo que yo viví en mi infancia.
Sin embargo, ellos crecerán en una sociedad construida para incluir a la más foránea de las culturas, en donde muchas generaciones anteriores han luchado por los derechos y oportunidades que hoy gozamos nosotros. Hoy en día valoro mucho el vivir en un país que respete mi cultura y mis tradiciones, porque, en América Latina, las minorías no tienen la suerte de compartir los mismos derechos y oportunidades que tenemos nosotros, aquí.
Pero, lamentablemente, nos estamos olvidando de mantener intactos esos valores por los cuales lucharon los migrantes antecesores a nuestra generación. Déjenme recordarles que la diversidad no es tan solo étnica, muchas veces es mucho más intangible e invisible a la que estamos acostumbrados a referirnos. Hay diversidad tanto en campos laborales, como en ideología, y hasta en estilos de vida. Me parece incomprensible que podamos compartir, interactuar, y vivir en harmonía con tantas culturas y etnias diferentes, ¡pero no podamos ponernos de acuerdo como movilizarnos dentro de nuestra propia ciudad!
Unos manejan automóviles, otros montan en bicicleta, y otros toman el transporte público. Unos viven en los suburbios, otros viven en el centro y otros viven en viviendas subsidiadas por el gobierno. Unos trabajan en una oficina, otros en una construcción, y otros trabajan en la casa criando a sus hijos. Unos están en su vejez, otros en su infancia y otros en la cúspide de su adultez. Sin embargo, como residentes de Toronto, no estamos pensando en construir una ciudad que funcione para todos, sino en una ciudad que funcione solo para la mayoría. Como miembros de una minoría visible, nosotros, los hispanos, entendemos muy bien lo que se siente ser marginados y tener que luchar por nuestros derechos, entonces, no caigamos en la doble moral de ser intolerantes a las costumbres ajenas. Es nuestro deber abogar por que se respete el derecho a vivir en una sociedad diversa, en el sentido completo de la palabra, así como los que estuvieron aquí antes que nosotros abogaron por los derechos que hoy nos dejan expresar nuestra cultura y tradiciones en paz y tranquilidad.
Estamos a tan solo a tres meses de las elecciones municipales; participemos y votemos con conciencia colectiva. Pensando en un Toronto que incluya a todos y todas sin importar las diferencias que tengamos entre nosotros. Entendamos que la diversidad es nuestra mayor riqueza en un mundo que cada día es menos homogéneo. Toronto podría ser una ciudad que pase a la historia como ejemplo de inclusión y respeto, pero todo comienza por cada uno de nosotros.