Foto: Prostooleh
Quizás has sentido de vez en cuando una cierta sensibilidad en tus dientes que no sentías en los meses de verano. Tal vez sean los dulces de la época festiva en diciembre, tal vez sea el estrés de empezar un nuevo año, o tal vez sea el mismo invierno quien esté afectando tu dentadura sin tú saberlo.
No sólo el invierno mismo, pero los hábitos que solemos tomar durante estos meses.
Por muy duros que puedan parecer tus dientes, no son inmunes a las temperaturas extremas. Si alguna vez en nuestras vidas has sentido ese dolor punzante al llevarnos algo muy frío muy rápido a la boca, imagina si ese frío fuese paulatino y llegara muy lento.
Los materiales porosos, por naturaleza química, suelen expandirse y contraerse con temperaturas más calientes y más frías respectivamente. Al respirar el aire frío del invierno canadiense por nuestra boca, y luego mantenernos sin abrirla por un tiempo, hemos cambiado parte de nuestra temperatura dental sin saberlo. Tal vez esto no afecte nuestros dientes por unos pocos minutos, pero al haber pasado ya varios meses quizás podamos notar la diferencia.
Otro factor a considerar es que las frías temperaturas pueden hacernos más sensibles a problemas dentales que ya tenemos. Ya sean caries o erosiones dentales que se han acumulado por el tiempo, o asuntos más graves como raíces dentales expuestas y desgastadas.
Si tus dientes ya son de por sí sensibles, es posible que el frío del invierno haya aumentado esta sensibilidad hasta convertirla en un problema.
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