Cuando una persona se une a otra en la creación de un negocio es porque, juntos, duplicarán su capacidad de acción empresarial. Estar acompañados en el proceso supone redoblar el esfuerzo, la estrategia, las aportaciones de todo tipo. Pero esto no siempre ocurre. En ocasiones, las visiones que confluían en un principio se vuelven divergentes.
Los seres humanos somos los más sociales de todas las especies animales. Necesitamos de los demás para sobrevivir en nuestro largo e indefenso camino hasta la etapa adulta. No podemos desarrollarnos como personas sin establecer lazos afectivos y nos resultaría imposible alcanzar metas, enriquecer ideas… sin apoyarnos en los demás.
Pero las relaciones humanas que hoy suman, pueden mañana dividir. Si los conflictos afectan al normal rendimiento de la empresa, dificultan las relaciones laborales y merman el bienestar personal, es mejor optar por la ruptura.No voy a hablar de los mecanismos legales para disolver una sociedad, que no son mi competencia, sino de los recursos emocionales para no resultar herido en el proceso de separación.
Estar seguros. Lo ideal sería que las personas que participan en una empresa pudieran solucionar sus diferencias y afianzar su unión para lograr los objetivos propuestos. En toda relación humana surgen crisis que, con frecuencia, se pueden superar. Para ello, hay que ser capaces de hablar claramente y plantear las diferencias en cuanto a expectativas, estrategias y dedicación. Es preciso tener un buen entrenamiento emocional que permita gestionar los desacuerdos para lograr el consenso y la pervivencia de la corporación. En ocasiones, lo más útil es recurrir a un mediador externo. Existen terapias para sociedades que analizan las amenazas para el buen funcionamiento empresarial, las diferencias en los objetivos, la desigualdad en la dedicación… y también los problemas personales más comunes, como falta de comunicación, desmotivación, rivalidad.