En ocasiones, las empresas enferman de indolencia. La creatividad, la innovación, el afán de superación, la competitividad… desaparecen. Las personas se limitan a hacer lo que la inercia les exige, sin más.
Un día observamos que entre los miembros del equipo existe cierta tendencia a escaquearse, a tirar balones fuera cada vez que caen en su propia área; aumenta el absentismo laboral y nos damos cuenta de que se oye resoplar más que antes. La moral se ha venido abajo.
Todo líder debe permanecer atento a los signos que indican falta de entusiasmo, porque eso indica que la productividad va a resentirse y, con ello, que la empresa entrará en clara desventaja con respecto a su competencia. Es importantísimo detectar ese estado en el que parece que nadie quiere hacer nada, aunque lo deseable es prevenir que llegue a ocurrir.
Para levantar el ánimo de los empleados es preciso, ante todo, no dejar que aceche la insatisfacción. En mi opinión, estos son los puntos que impulsan el gusto por el trabajo y mantienen alta la moral del equipo:
Brindar oportunidades de crecimiento. Si los trabajadores saben que no existen posibilidades de promocionar, sino que su labor va a ser siempre la misma, será difícil mantener su entusiasmo en el tiempo. Las empresas están obligadas a no perpetuar los puestos de trabajo, a ofrecer formación y disposición a los cambios y los ascensos. Tienen que hacer saber que cuentan con el talento interno.
Expresar gratitud. Cuando las cosas van bien, tendemos a creer que lo normal es que todo funcione correctamente, pero olvidamos que podría no ser así. Por más ocupados que estemos, hay que dedicar el tiempo necesario a valorar el trabajo bien hecho.