Llegó el invierno, así que si quieres vivir un verdadero invierno canadiense, te proponemos entonces viajar hasta la provincia de Quebec, donde no solo podrás esquiar, sino andar en trineos o motos de nieve, recorrer paisajes de ensueño, relajarte en un baño escandinavo, patinar sobre una laguna congelada, probar jarabe de arce o un rico chocolate caliente, tirarte por un tobogán de nieve, en fin, tantas cosas diferentes y únicas que, sin duda, te sorprenderán y divertirán.
En esta ocasión, te proponemos visitar Mont Tremblant, uno de los principales centros de esquí de Norteamérica, ubicado en las montañas laurentinas de Quebec. Este lugar no solo maravilla con sus más de 600 hectáreas disponibles para la práctica del esquí y del snowboard, sino por su encantadora villa de estilo europeo. Un lugar de cuento que atrapa con sus calles empedradas, sus casitas de colores, sus tiendas boutiques, sus finos restaurantes, sus cafeterías y los hoteles de primera.
Llegar no es difícil. Se encuentra sólo a una hora y media de Montreal (desde aquí puedes arrendar un auto o bien tomar un bus de acercamiento) y además cuenta con su propio aeropuerto (Porter ofrece vuelos directos desde Toronto). Si ya te entusiasmaste un poco, te contamos que el resort dispone además de tarifas y paquetes especiales en su web (www.tremblant.ca), con descuentos en alojamiento, arriendo de equipos y uso del andarivel. Todo para que tu paseo por la zona sea una de las mejores experiencias de tu vida.
Más que puro esquí
Esquiadores y fanáticos del snowboard de todo el mundo visitan cada año Mont Tremblant cegados por sus 95 pistas (servidas por 14 andarivales) con impresionantes vistas a los paisajes rurales de Quebec. Aunque por estos días hay bastante nieve, no ha sido una temporada fácil, según cuenta Catherine Lacasse, relacionadora pública del resort, ya que, como te habrás dado cuenta, ha caído menos nieve que en años anteriores. “Estuvimos un poco nerviosos para el 24 Horas Tremblant, donde se esquía todo el día a beneficio de los niños más necesitados, pero gracias al clima y a nuestra máquinas que fabrican nieve, el evento fue todo un éxito”. Hasta hoy, 84 pistas y 11 andariveles se encuentran en pleno funcionamiento.
Si aún no te atreves a poner un par de esquíes, no te preocupes: el resort ofrece clases para principiantes dirigidos por expertos entrenadores – nunca estarás solo- que te dejarán listo para subir, al menos, hasta la mitad de la montaña. Las pistas, además, se diferencian según su grado de dificultad: si no te sientes seguro, sigue los trails de color verde. Y si quieres hacer una pausa para un café o para almorzar, aprovecha el servicio de valet para dejar tus esquíes y retirarlos cuando quiera retomar la actividad (puedes dejarlos de un día para otro, incluso). Este servicio es gratuito para los que arriendan sus equipos en el resort.
Si bien en invierno es difícil no toparse con una multitud de gente haciendo fila para los andariveles, avanzan bien rápido, así que no te desanimes (de hecho, los andariveles están diseñados para transportar a unos 27 mil esquiadores por hora). Las primeras pistas se abren a las 8 am, y si quiere ser el primero, compra tu pase el día anterior.
Aunque el principal gancho de Mont Tremblant es el esquí, hay muchas otras cosas pasando en este centro invernal. Una alternativa es la escalada en hielo con un instructor (no se necesita experiencia), quien te enseñará las técnicas básicas del escalado así como las reglas de seguridad. Ideal para una media mañana o media tarde.
Otra de las actividades más populares es el esquí cross country, a través del cual descubrirás la amplia red de senderos de Domaine-Saint Bernard. O el snowshoeing, un paseo que permitirá sumergirte en la naturaleza pristina de Tremblant.
Sin duda, una de las actividades más entretenidas y diferente es el paseo en trineos tirados por perros, un modo de transporte típico de los Inuits y de los pueblos amerindios. Aquí podrás dirigir por ti mismo a una manada de perros a través de bosques, campos cubiertos de nieve, montes y lagos congelados.
La aventura comienza llegando a la perrera misma, donde más de 200 perros husky empiezan a aullar y ladrar al unísono. Saben que en pocos minutos estarán corriendo libremente por los senderos nevados. Enseguida, los instructores te darán una correa para ir a buscar uno a uno a los perros y amarrarlos a los trineos (todos los perros tienen nombre y los instructores se los saben de memoria).
“En un principio, teníamos 30 perros: ahora, 250. Nosotros les damos un hogar y los entrenamos. Es una pasión que llevamos dentro”, cuenta Stephane, uno de los dueños de la empresa Expedition Wolf, a la vez que recuerda con rabia el horrible asesinato de cientos de huskies ocurridas el año pasado en Whistler, ante la falta de turistas. “Hace poco, de hecho, recibimos una perrita a la que estamos entrenando ya que estaba muy gordita como para participar en la actividad”, cuenta otros de los integrantes de la empresa.
Listo el trineo, deberás seguir las instrucciones sobre cómo manejarlo al igual que las normas de seguridad. La idea es siempre mantener una distancia prudente entre un trineo y otro y nunca adelantar. Normalmente se viaja de a par (uno conduce y el otro va dentro del trineo) y pueden alternarse en la mitad del camino. En el momento en que el guía grita “Mush”, todos los perros empiezan a correr.
Esta experiencia es totalmente adrenalínica e inolvidable. Increíble es ver a una jauría de perros corriendo felices y a velocidades impresionantes (el conductor va controlando la velocidad) a través de los montes y bosques laurentinos, con algunos entretenidos desniveles.
El paisaje además es impresionante: un enorme manto blanco rodeado de enormes árboles, casas de colores y lagos congelados, una verdadera postal. En la mitad del trayecto, además, se hace una parada en una tienda calefaccionada para disfrutar de un chocolate caliente junto a galletas rellenas con arce. Un intermedio que en días gélidos se agradece.
El equipo también se preocupa de tomar fotografías a los participantes en todo momento (que después puedes llevarte en un cd como un bonito recuerdo). Terminada la actividad, deberás llevar a cada uno de los perros devuelta a sus casas, no sin antes darles una galleta de premio. Además, el gentil personal de Expedition Wolf te entregará un diploma por tu exitosa participación. Para esta actividad, te recomendamos llevar ropa cómoda y abrigadora ya que se requiere correr y se siente el viento en varias oportunidades (dan una manta para abrigarse dentro del trineo, pero igual puedes pasar frío). Más información en www.expeditionwolf.com
Una villa de cuento
Uno de los encantos de este resort es sin duda su villa de calles empedradas que en invierno se viste de luces y adornos navideños, dándole un toque mágico. No pareciera que fuera Canadá, sino algún lugar europeo.
Por la villa se pasean payasos, policías montados o el mismo Toufou (la mascota del resort, un venado de cola blanco) abrazando y saludando a los turistas, se escucha música en sus pistas, se ven espectáculos en su escenario al aire libre, la gente toma chocolate caliente sentada junto a una fogata... un lugar plagado de encanto, como salido de un cuento de fantasía.
A la mayoría de los transeúntes le gusta pasear por la villa y comprar souvenirs, desde ropa de invierno a chocolates artesanales, foudges, artículos de Navidad, revistas, libros, antigüedades, de todo lo que pueden encontrar. Incluye en tu vitrineo una parada para un café caliente en Au Grain de Café ; tiéntate con esas deliciosas colas de castor de Queues de Castor (Beaver Tails), una especie de masita caliente cubierta con canela, azúcar, nutella o queso, si la prefieres salada; o date un gusto con esas sabrosa poutines de Smokes Poutinerie donde el queso llega a chorrear por la boca. Y no te olvides de saborear una paleta de jarabe de arce congelado en la nieve en Cabana a Sucre, algo único y típico canadiense.
Si te gusta patinar, junto a la capilla de Saint- Bernard se encuentra una pequeña pista de patinaje en hielo donde cientos de turistas se entretienen y luego disfrutan de un chocolate caliente junto a su fogata (asegúrate de dejar tus zapatos cerca de la fogata para que estén calentitos a tu regreso). Cuando caiga la noche, diviértete haciendo snowtubing, es decir, tirándote en un flotador por un parque de nieve. Solo tienes que sentarte y dejarte llevar por el vuelito.
Après ski
Después de un día de actividad, corresponde relajarte y quedar como nuevo. Una buena alternativa para ello es hacerte un masaje o tirarte en una piscina de agua caliente en Spa Scandinave, mientras afuera la temperatura puede llegar hasta unos -30 grados. O seguir un tratamiento en Spa du Lac que te dejará como nuevo.
Puede que se esconda el sol y se cierren las pistas, pero la villa de Mont Tremblant sigue abierta y vibra durante la noche. Las calles se iluminan, los restaurantes y bares esperan a sus clientes con su mejor menú, se escucha música en vivo en sus bares, se siente el aroma saliendo de las cocinas... la diversión continúa.
Imagínate sentado en un chalet, disfrutando de un martini, picoteando comida de primera mientras escuchas música en vivo, con la nieve cayendo silenciosamente como telón de fondo. Esta experiencia es la que ofrece L’ Avalanche, un restaurante de ambiente relajado e íntimo cuya carta combina platos franceses y norteamericanos con sabores mediterráneos y asiáticos que seducen el paladar.
Cuenta también con un menú de tapas internacional, otro de martinis y una amplia carta de vinos con los que rápidamente entrarás en calor. Durante nuestra visita y tras un convencedor discurso de uno de los anfitriones del restaurante, nos decidimos por las tapas, ideal para compartir entre amigos o cuando se viaja en grupo.
Partimos con el Vip Platter, que incluye filete mignon salteado en salsa de soya y sake, tártara de carne, pollo envuelto en tocino, tomates bocconcini y camarones tempura con salsa al curry, miel y coco. Seguimos con pequeñas muestras de cordero, confite de pato, rissoto del chef, filete mignon y avestruz. Y para cerrar el estómago, el postre, una sinfonía de sabores: crème brûlée, dulce de chocolate y profitelores. Para chuparse los dedos.
Más de mantel es Aux Truffes, un paraíso gastronomico como lo denominan sus propios dueños. Y como no: una pechuga de pato rostizada, crujiente y rellena con trufas y foie grois, o un filete de carne con salsa bourgingon, o mejor aún, un filete de ciervo de Quebec con fresas, pimienta, confite de tomate, ajo y polenta, son platos que no se encuentran en cualquier restaurante. Y es que para el chef Martin Faucher no hay límites a la creatividad, pero lo importante es que esté todo fresco, preparado en el momento. “Nuestros productos vienen de todo el mundo, al igual que nuestros comensales”, nos comentó en su momento.
En Aux Truffes puedes elegir un appetizer, un plato de fondo o bien una Table d’hôte, un menú de precio fijo de cuatro platos (sopa, entrada, fondo y postre del dia). Durante nuestra visita, el plato del día consistió en un sea bass (pescado) acompañado de quínoa y ensaladas y envuelto en salsa de plátano. Original, increíblemente delicioso, con ese toque agridulce que deja contento a cualquiera. De postre, un guiso de nuez con frutas (de otro planeta).
Para atraer más clientela, Aux Truffes también ofrece una carta de desayuno en base a huevos, tostadas francesas y otras delicias, ideal para cargarse de energía antes de comenzar cualquiera de las actividades que Mont Tremblant ofrece.
¿Dónde alojar?
Una buena alternativa, si no quieres “moverte de su escritorio” es Le Westin Resort & Spa, ubicado en la villa misma. Muy acogedor, con piezas con chimenea, desayuno buffet, piscina al aire libre (caliente en invierno), gimasio y spa. Los que se quedan aquí tienen la oportunidad de ser los primeros en esquiar, tener sus propios patines, hacer snowtubing gratis, entre otros beneficios.
Hay otras opciones dentro de la villa y una serie de hostales en sus alrededores, muy acogedores y a precios bastante convenientes.
Más información: www.tremblant.ca
-------------------------------------
Publicado: 14 de enero, 2012
Reportaje: Andrea Sagues
Fotos: Sergio Recart