La mayoría de la gente es capaz de remontar las situaciones adversas, reinventarse ante las dificultades, manejar los contratiempos, pero; cuando las crisis se prolongan en el tiempo, incluso los más optimistas pueden llegar a sucumbir.
Vivimos tiempos en los que el desempleo crece y las oportunidades de negocio caen en picada. Pese a ello, sabemos que el derrotismo no conduce a nada. Si hemos tocado fondo, solo nos queda despegar. Conviene recordar que no hay nada permanente: esto también pasará.
Los líderes tienen la obligación de mantener viva la esperanza y transmitir ilusión a su equipo. ¿Cómo lograrlo cuando todo el mundo parece agotado después de meses y meses de aflicciones laborales y personales?
Esto es lo que hay. La vida no es fácil. Si hemos disfrutado tiempos de bonanza, podemos considerarlos un regalo; y si hemos llegado hasta aquí, es porque sabemos sortear los problemas. Nuestro deber es seguir trabajando lo mejor posible. Así que no perdamos de vista la misión, no abandonemos el propósito de vida ni las riendas de nuestro futuro.
Miremos desde otro lado. Hace poco, me llegó un correo con una oferta de servicios dirigida a más de cien personas cuyas direcciones podían verse, al igual que la mía. Por un error, la empresa que lo enviaba dejó todas las identificaciones al descubierto en lugar de ocultar la lista de distribución.
Inmediatamente, hubo varias respuestas airadas amenazando con denunciar al remitente, alusiones a la ley de protección de datos, insultos in crescendo, etc. De repente, uno de los supuestamente afectados pidió calma y compasión con la persona que se había equivocado, recordó "la difícil situación que todos vivimos" y aprovechó para saludar al resto y desearnos un buen día. El resultado fue que nadie más volvió a quejarse.