Las compañías han cambiado. Ahora necesitan que sus empleados vivan el trabajo como una experiencia positiva, en un entorno al que desean pertenecer, que se sientan vinculados con su empresa, interconectados con el equipo y motivados para seguir obteniendo resultados positivos.
No es una utopía lograr un ambiente de trabajo en el que las personas se sientan valoradas, ilusionadas por participar en una misión común y con la habilidad para establecer consensos, incluso entre individuos diametralmente opuestos. Es, simplemente, cuestión de educación emocional. Y esto puede y debe aprenderse mediante programas formativos que evalúen la inteligencia emocional de los trabajadores y planifiquen cursos individuales y grupales que reviertan en bienestar, esa ventaja soñada que conduce a retener el talento y aumentar la productividad.
¿Para qué sirve la educación emocional en la empresa?
1. Identifica las emociones
"Las emociones son los capitanes de nuestras vidas y las obedecemos sin siquiera darnos cuenta", escribía Van Gogh. Y así es: a menudo, no somos conscientes de lo que nos ocurre, y como no se puede gestionar lo que no se conoce, lo primero es aprender a identificar y nombrar las emociones propias para poder manejar los problemas que las causan. En un entorno de estrés, como es la empresa, resulta imprescindible reconocer cuál es el origen de la desmotivación, la ira, el desapego, la frustración, el burnout… En ocasiones, basta con detectar carencias como la poca valoración de los empleados, su falta de identificación con los valores de la empresa, el distanciamiento de la ética empresarial…