Suenan las andinas zampoñas entre melancolía y alegría. Mientras se trenzan en coquetos ritmos el cantar de los pingullos, charangos, quenas, pallas, antaras y flautas de pan, en las diferentes estaciones de trenes de las ciudades en Toronto, New York, Paris y varias partes de esta redonda madre tierra.
Místico, sencillo, amable e innegable, te presentabas en cualquier escenario. Pero el escenario con el que te identificabas, era aquel espacio con el que compartías con quienes te escuchaban, niños, jóvenes, adultos y ancianos. Quienes luego de escucharte, se llevaban un CD o se tomaban una “selfie”, o te llenaban el estuche de tu vieja guitarra con gratitudes.
No te negabas, siendo ateo de cantarle a Monseñor Oscar Arnulfo Romero en su aniversario de resurrección, ni te complicabas con caprichos radicales con tus amigos socialistas, comunistas, capitalistas o neoliberales. ¡Simplemente fuiste un humano Fernán!
Dejaste que el lenguaje de la música sea tu espiritualidad y que en tu íntima existencia, sus místicos ritmos se conviertan en oración. Fernán la vida es oración, la oración vida y cada uno-a vibramos de acuerdo a nuestra oración cotidiana.
Con tu mirada mapuche observaste el gigante horizonte desde el sur hacia el norte y desde el norte hacia el sur. Con tu corazón andino dibujaste ritmos de esperanza desde el este hacia el oeste y desde el oeste hacia el este. Y en sentimiento migrante integraste todos los extremos de esta gran creación en evolución. ¡Te quedas Fernán de flauta migrante en los escenarios de las esquinas, mercados, festivales, conciertos. Te quedas en la memoria histórica de una patria exiliada e integrada en las voces proféticas de Quilapayun, Inti Illimani, Illapu, Nanda Manachi, Los Kjarkas y muchos más.
Seguros estamos que ya te recibieron al “tiro”, Isabel Parra, Pablo Neruda, Víctor Jara, Monseñor Romero, Ghandi, Mandela y millones de habitantes en la divina ciudad encantadora. Segurísimos estamos que ya encontraste un programa para aprender la nueva lengua e iniciaste la búsqueda de las calles, mercados, festivales y conciertos celestiales.
Te lloramos Fernán, desde nuestras frágiles y humanas vertientes de nuestros ojos y corazones, te extrañamos en las agitadas plazas, polvorientos pueblos, decorados mercados, turbulentas estaciones de tren y ruidosos festivales. Te celebramos en la memoria histórica de una patria migrante, desde Toronto (lugar de encuentro)- Canadá (pueblo-asentamiento).
Y te integramos en nuestras fértiles huellas cotidianas para cantarle a la esperanza de los niños abandonados en las fronteras detrás los nefastos muros de las políticas anti inmigrantes de Trump. Para abrazarle a la solidaridad con su rostro lleno de ternura embestida por cualquier desastre. Para construir un mundo floreciente en jardines de justicia, paz, ritmo, armonía y amor en abundancia.
¡Te quedas inspirándonos a transformar los ruidos de nuestros mundos invadidos! ¡Y los nefastos truenos de los ruidos globales, en cantos de paz y esperanza!