Eran las 6:00 de la madrugada del domingo 29 de septiembre y el astro rey dejaba entrever sus primeros rayos para brillar sobre su majestad: La Papa, oro de los incas, el tubérculo más codiciado por el mundo que nos regaló nuestra madre la Pachamama, se convirtió en un producto que logró alcanzar una proeza nunca antes vista: la Papa Rellena más Grande del Mundo.
Fueron 10,000 papas rellenas, elaboradas por las hábiles manos de diez de los chefs más destacados del Perú junto con 300 estudiantes de cinco escuelas de gastronomía que participaron en la hazaña. Además de la papa, se utilizaron más de 350 kilos de carne ,100 kilos de huevos, 200 kilos de cebolla entre otros ingredientes.
El evento se realizó en Ventanilla, distrito con un gran índice de pobreza, pero rico en calidad humana, humildad y entusiasmo por hacer bien las cosas.
Las horas pasaban y las cinco escuelas de cocina peruanas comenzaban a tomar sus puestos de mando.
Nos acercamos a ver el pabellón donde se elaboraban las papas rellenas y pudimos conversar con uno de los gestores del evento que buscaba quebrar el record Guinness. Se trata de Luis Barreto, conocido en nuestras tierras canadienses como chef ejecutivo del Restaurante la Cocina de Doña Luz, uno de los restaurantes peruanos de mayor tradición y prestigio de Toronto.
Este hijo ventanillense, que regresaba a su tierra natal para culminar una obra gastronómica iniciada hace ya más de un año de manera conjunta con sus colegas nacionales agrupados en la Asociación Peruana de Restaurantes Institutos y Escuelas de Gastronomía (APRIEG) y la Sociedad Peruana del Cebiche Más Grande del Mundo, nos cuenta con gran emoción lo que ha significado para él este extraordinario esfuerzo.
“Llegué e inmediatamente me dispuse a prestar apoyo en la organización y las comisiones de trabajo”, nos cuenta el chef Barreto mientras dirige a los estudiantes de cocina en la elaboración de las papas rellenas.
Ya eran las 10 de la mañana y todo estaba listo y bajo control. Se sentían los aromas de esta verdadera fiesta culinaria. El dueño de Doña Luz no se atrevió a darnos su estimación del peso que alcanzarían para lograr el codiciado records Guinness, tan solo nos comentó que tenían procesados más de 1,000 kilos de papa amarilla.
El Alcalde de Ventanilla, Omar Marcos Arteaga, estaba por arribar para ser testigo de esta titánica epopeya. El tiempo apremiaba y los chefs se aprestaban para ubicarse en sus puestos de mando con sus alumnos, rodeados de cientos de vecinos y periodistas que esperaban ansiosos la llegada del alcalde.
A la una de la tarde, se logró el tan ansiado anuncio: el record se había logrado al llegar la última bandeja de papas rellenas para alcanzar un peso total de 846,9 kilos, superando la proeza anterior que ostentaba España con la tortilla de papas más grande del mundo de 250 kg.
Pudimos ver las caras de emoción; la felicidad reinaba en el ambiente y los aplausos ensordecedores repletaron la Plaza de Armas al ver el gesto de aprobación del representante del Guinness World Record, certificando la nueva marca mundial. La meta se había alcanzado además en el menor tiempo posible, uno de los requisitos para ser considerado en dicha categoría.
El distrito de Ventanilla, en el Departamento del Callao, con una población que supera los 500,000 habitantes y que celebraba sus 53 años de fundación, se convirtió ese día en el centro de la gastronomía peruana, en el gestor de una obra que puso de relieve este cultivo que ha alimentado a nuestros pueblos durante milenios y que salvó a gran parte de la población mundial de las hambrunas que provocaron las guerras de los últimos siglos.
Quisimos acercarnos al chef Barreto, quien colaboró con este reportaje ya que sin su apoyo no hubiéramos podido cubrir lo acontecido y tener el honor de ser testigos de esta formidable apuesta, pero no fue posible. La fila de coterráneos que se acercaban a él para agradecerle su entrañable colaboración, mientras se arrimaban a la mesa de 100 metros de largo que exhibía las 10,000 papas rellenas para fotografiar y entrevistarlo, hizo imposible nuestro cometido.
Cuando regrese a casa y una vez que recupere el aliento después de esta maratónica jornada conversaremos con él, fue lo único que pude comunicarle a la distancia.