Las empresas deben tener flexibilidad en sus puestos de trabajo, formar a sus empleados constantemente y facilitar su promoción a cargos superiores. Nombrar jefes entre su personal interno, sin recurrir necesariamente a contrataciones exteriores, evita el temido ‘boreout’, ese aburrimiento causado por hacer siempre lo mismo sin albergar la esperanza de que algo cambie en el futuro.
Cuando cualquier trabajador puede aspirar a un ascenso, se incrementa su creatividad, el afán de superación y la sana competitividad entre los miembros del equipo.
Sin embargo, convertirse en jefe de los que hasta ayer eran compañeros, no suele resultar sencillo. Por un lado, la persona que asciende se sentirá feliz por el reconocimiento y las nuevas perspectivas profesionales, pero, tras esa satisfacción, puede experimentar emociones complicadas. Hay quien tiene miedo y quien, de repente, no se ve a la altura o cree que no lo merece, por más que haya deseado el puesto. También puede que más de uno desee el imposible de que todos corran su misma suerte o que no se vea capaz de liderar a sus colegas. Para afrontar con éxito un ascenso es necesario…
Ser humildes. Tanto si el nombramiento se debe a que uno es la persona mejor preparada de la empresa como si no, hay que asumir que nadie lo sabe todo, que conviene permanecer en constante formación para desempeñar el cargo que se ocupa, trabajar más que nadie, estar abiertos a escuchar las opiniones críticas y tener siempre presente que un líder solo lo es si tiene un equipo al que sabe liderar.
Hablar con cada persona, no en grupo. Hay que dejar claro a cada compañero que un nuevo cargo no significa una nueva persona. Que seguimos siendo los mismos, pero con responsabilidades distintas y que, por tanto, el desempeño profesional será diferente, pero los lazos personales no cambiarán.